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  • Foto del escritorAngola

Siempre Londres

Actualizado: 9 ene 2022


Un viaje a lo desconocido fue lo que transformó el rumbo de mi vida, aunque ya me la pasaba viajando en mi imaginación desde que era pequeña, si alguien a los 16 años me hubiera contado esta historia, nunca la hubiese creído.


Recuerdo ese momento de total desconexión, mi vida era una página en blanco, había renunciado al trabajo horrible que me permitía comprar ropa en Zara y decir a los conocidos "tengo un trabajo", mientras lo odiaba con todo mi ser y me hacía sentir que la vida era triste y aburrida cada día al despertar. También tenía una pareja que alimentaba la oscuridad y vacíos existenciales. Vivía en casa de mis padres entre reglas, reclamos y alguna que otra cosa más, que por cierto tampoco soportaba, —¿Qué estás haciendo de tu vida?, ¿Otra vez sin llegar a casa?, ¡Deja ya de perder el tiempo!, ¡Estamos hartos de tu actitud y de tu cinismo!—.

Cada día era la mismo discurso, el mismo agobio y decepción hacía mi misma. Mi actitud grosera y altanera era todo lo que recibían mis padres que ya no sabían que hacer conmigo. Me alejé del arte, la danza y los buenos amigos, me dediqué a alimentar los vicios y las adicciones que bien decía mamá "nunca dejan nada bueno". Atravesaba por el término de mi relación que en ese momento se sentía el final de una vida "acompañada y protegida" también. No tenía, trabajo, tampoco la pareja que pensé que amaba tanto, la relación con mi familia se había estropeado años atrás y los únicos 3 amigos cercanos que quedaban solo recibían la indiferencia de un alma perdida.


Mi mejor amiga que recién se había mudado a Nueva York me llamaba para contarme sus primeros miedos y frustraciones al llegar a "la gran ciudad". Dentro de mi cama y hundida en depresión, solo esperaba el momento de su llamada, para imaginarme la vida en otro país. Escuchar sus historias eran lo único interesante en mi vida.


Se me habían ido las ganas de comer, de salir y de vivir, absolutamente nada encendía mi presente y mucho menos mi motivación, nada por que luchar y nada por lo cual sentirme agradecida. El sentimiento de decepción hacía mi persona se había extendido hacía todos los que me rodeaban, sentía profunda lástima por mi, ¿Cómo es posible que alguien pierda el rumbo de su vida al grado de lo impensable? Esa ha sido la peor sensación de todas al verme al espejo. Sin afán de hacer esto un drama de telenovela, intento describir de la forma más adornada posible, lo que ese oscuro momento significó para mi.


Todo esto duró unos meses (los peores de toda mi vida en realidad), un día harta de todo, aburrida de la vida y sin ganas de volver a despertar, sentada en mi habitación en ruinas perfectamente decorada en rojo, azul y blanco, donde había pasado toda mi infancia coleccionando banderas de Inglaterra e imágenes de Londres en cojines, cortinas, mantas, cajas, lámparas, y todo tipo de souvenirs de la capital británica, pensaba con rabia y agobio ¿Qué hago Dios, vida, mundo, universo?, quién sea que exista y escuche, ¿Qué putos hago? ¿a dónde voy? no quiero terminar así, pero ya no sé como seguir. ¿Dónde se encuentra el camino? Si existe un camino, ¿Cuál es el mío?.


La respuesta siempre estuvo ahí, en mis años de la infancia durmiendo con la película de Harry Potter debajo de la almohada, sí, fui una de las millones de niñas traumadas con la saga de J.K Rowling en el 2000. La cantidad de cartas que escribía imaginando mi vida en el Big Ben, que por alguna razón, a mis 8 años creía que ese monumento era lo único que había en Londres.


Todo parece una historia cursi que me estoy inventando, quizás, pero juro que solo yo sé lo que sucedió una mañana de hartazgo en mi habitación. Miré la colección infinita de cosas a mi alrededor y dije —¡Londres!, siempre he querido vivir en Londres, siempre—. Me volvió la sangre al corazón solo de imaginar la loca e irreal idea de que mi sueño de toda la vida pudiera hacerse real. No vengo de una familia viajera, aventurera o arriesgada en lo absoluto, más bien monótona y trabajadora, así que para mi, esto si era una locura.

Abrí internet y busqué todo tipo de información, blogs, páginas, grupos en Facebook y testimonios en YouTube y así tres semanas sin parar.

Mis padres no tenían idea de lo que se estaba cocinando dentro de la habitación más oscura y caótica de casa. Esta vez había un motivo, uno solo, que me hacía levantarme de la cama en las mañanas. Comencé a ducharme, a comer y hasta ¡volví a abrir las cortinas!, ni mi habitación ni mi vida habían visto la luz por meses. No tenía la menor idea de lo que estaba haciendo, no es que alguien de repente se despierte y sepa como irse al otro del mundo sin ahorros, pasaporte o una maleta decente, pero ahí estaba yo, buscando respuestas en internet, emocionada como si supiera que estaba haciendo lo correcto.


Ya tenía algún esbozo de lo que podría hacer, solo faltaba el <CÓMO>. Otra semana buscando respuestas tipo: "Cómo conseguir un vuelo a Londres sin dinero" o "Cómo viajar a Europa sin pasaporte", "Qué hacer con mi vida sin tener idea por donde empezar", con la respuesta obvia del buscador: "No encontrado".


Pasaron días en los que yo seguía perfeccionando "el gran plan" en mi cabeza, ya tenía donde llegar y algo que hacer, un perfecto plan que si lo hubiera pensado ahora, sería el paso ideal para caer en una red de trata de personas o tráfico de órganos, pero en ese momento a mi me sonaba ¡un planazo!. Recibí una llamada que me desconectó de mi imaginación y mi plan de huida, era el departamento de contabilidad de la empresa donde trabajaba—Hola, solo te llamo para decirte que tu finiquito está listo, puedes pasar a recogerlo cuando quieras—¿Finiquito¿ ¿Qué es finiquito? ¿Tengo finiquito?.


Mágicamente (literalmente era lo único que necesitaba) el dinero llegó a mi, cuando lo tuve en la cuenta de banco, no dudé ni un solo momento en hacer lo que el corazón alborotado me decía. <Ciudad de México- Cancún, Cancún - Gatwick Londres, 14 horas de vuelo en total> ¡Comprado!.


Con alegría desbordada corrí a donde estaba mi familia—Mamá, papá, hermano, necesito decirles algo..— La conversación no duró más de 3 minutos cuando papá enfadado e incrédulo expresó —¡Ya vas a empezar, estás loca, estás completamente loca!—y a lo que mamá contestó, —¡Ay cómo crees! jaja ahora si ya vas a conocer a Harry Potter ¿no?—

Les mostré la comprobación de compra del vuelo y mi cara que estallaba de felicidad y entonces si, supieron que todo iba enserio —¿En dos semanas, te vas en dos semanas? ¡estás loca!— Papá no podía del impacto y se quedó mudo, mamá no paró de llorar y mi hermano, bueno, el tenía una carrera virtual entre Ferrari y Aston Martin mucho más importante que atender. Todos lloramos a diario hasta el día del vuelo.


Durante aquellas dos semanas me dolieron los lagrimales de tanto llorar. El miedo me despertaba en la madrugada y solo pensaba: pero ¿Qué mierda voy a hacer yo sola?, seguro me van a prostituir, a matar, y si ¿me vomito en el avión?, y si ¿me pierdo en Londres? y si ¿me siento triste? ¿Qué tal que pasa algo y no está papi para resolverlo?, temores de niñita consentida ¡vaya!, una niña que jugaba a ser una mujer que nunca había dejado el nido de verdad y que solo jugaba a ser fuerte e independiente con papi o sus novios solucionándole la vida y mamá siempre haciéndola dudar. Esa niña codependiente y ansiosa estaba a punto de conocer el mundo real.


Los 13 días antes del vuelo lloré sin siquiera sentir, me despedía de mi colección de cosas que guardaban todo el apego de lo que nunca supe como soltar, mi apellido era "Apego" desde hacía 22 años atrás. Dije adiós literalmente a todo lo que guardaba, cajas y cajas de ropa, zapatos, cartas, fotos, recuerdos y simbolismos.

Entre el miedo a lo desconocido y la tristeza por el desapego, sentía que podía llenar una piscina entera con solo mis lágrimas, ¡no tenía idea de que era capaz de producir tanta agua con mis ojos!. El día que compré ese vuelo, nunca pasó por mi mente todo lo que perdería, tan solo estaba dejando ir ¡MI VIDA ENTERA!.


Cinco días antes del vuelo, ¡me dolía hasta respirar!, fue la primera vez que la palabra <ADIÓS> me hizo temblar de miedo. Un adiós que dolía en el fondo por que sabía que era una despedida definitiva, sabía que no iba a volver, que nunca volvería a ser la misma, que ya no vería a mis amigos del alma, que tampoco volvería a escuchar a mis papás gritándome ¡Ya ven a comer!, ni volvería a molestar a mi hermano con mi sarcasmo. El solo hecho de pensarlo dolía hasta en la imaginación.


En una reunión pequeña con recortes mal pegados de la bandera británica en forma de corazón, mi pastel favorito, y el lugar donde aprendí a caminar, despedí a mi familia con un discurso que apenas logro recordar ahora, el dolor de ese momento lo nublo todo.

Entre lágrimas, mocos, risas y bromas, abracé a mis sobrinos bebés, a mis tíos y a mis papás.—Los llevo en el corazón para siempre, gracias por todo— y me eché a llorar por enésima vez.



Ese mismo día en la noche, 12 horas antes de mi vuelo, mamá decidió cerrar un ciclo de la manera menos pensada y que por años anhelé. Entró a mi habitación para encontrarme en pedazos, para contemplar por última vez la escena de una hija a la que le hizo falta decirle muchas cosas, 22 años de silencio los resumió en palabras que nunca olvidaré:

—Te libero, te libero de mi, te libero de la carga, del vacío, del desamor y de los miedos, deseo que vueles libre, que encuentres lo que necesitas, que te encuentres a ti, deseo que un día me perdones y te perdones a ti también, quizá me falto decírtelo más a menudo, quizá la última vez que te lo dije aún no caminabas y ya no te acuerdas, ¡TE AMO HIJA!—


Fue la noche que mejor dormí en dos semanas, camino al aeropuerto ya no lloré, solo imaginaba como sería llegar, que habría cambiado desde la última vez que fui a Inglaterra 7 años atrás.


Abracé a papi tan fuerte como si supiera que siempre seguiría conmigo, somos almas gemelas desde que nací, somos tan parecidos física, emocional y energéticamente que nos entendemos con solo mirarnos, vi sus ojos apagados, adoloridos, cansados de tanto llorar, sabía el dolor tan inmenso que al irme le estaba dejando, su hijita del alma como me ha dicho siempre, se iba de su lado. Su luz, su alegría y su adoración, lo que tanto cuidó y protegió, volaba con destino hacía si misma, a encontrarse. Se limpió las lágrimas y sacó la fuerza y templanza que siempre lo han caracterizado —Te amo hijita de mi vida, eres una guerrera, que no se te olvide nunca "y si para hacer lo que quieres tienes que romper las reglas, ¡dalo por hecho!"—

Besé a mi hermanito que en ese entonces aún tenía la misma estatura que yo, con la voz ronca y los ojos nublados me despidió con un —Te quiero Andy—




14 horas más tarde con los miedos a flor de piel y sin tener idea de lo que estaría por vivir los años siguientes escuché:—Ladies and gentlemen, we are arriving at London Gatwick airport—, miré por la ventana con el corazón emocionado, le agradecí al cielo y comencé a llorar en cuanto sentí que aterrizaba el avión.


Recogí las maletas, corrí hacía la primer puerta que vi...como en las películas de Harry Potter, como en los cuentos, como toda mi colección, como en todas mis cartas y mi diario, ahí estaba Londres, ¡Londres al fin!



De esta historia son casi 5 años, hoy quise revivirla en recuerdos e inmortalizarla en letras, para mí y para los que no crean en historias que te cambian la vida, así es como comienza la mía.



Angola G.









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