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Historias de cafetería | Xavi

A veces, cuando estoy en el metro, en una cafetería o caminando por la calle, me gusta imaginar la vida de las personas que me rodean. Solo necesito escuchar un par de líneas, observar sus gestos, sus miradas, la manera en que hablan con las manos, y mi mente se dispara.


Una pareja joven discutiendo sobre sus planes de futuro. ¿Tendrán hijos? ¿Se mudarían a otro país? Una persona mayor sentada en un banco, hablando sola, ¿Estará recordando su juventud y todo lo qué ha vivido?




Xavi, el chico de al lado, está a punto de cumplir 39 años. La edad se le nota en las bolsas debajo de sus ojos, en las canas que acompañan la perfecta silueta de su rubia barba. Emigró de Albania hace ya 10 años, en busca de una vida mejor. Pero, como los inmigrantes sabemos, a veces ni moviéndote de país la vida mejora. Es una falsa ilusión, que es momento de desmentir.


Xavi tiene un negocio en línea en donde vende juguetes sexuales al mercado español. Esto no me lo invento, estoy viendo su pantalla con la variedad de posibilidades de placer en color, vibración y tamaño. A Xavi le gusta hablar solo mientras trabaja. Logra desconectarse del exterior con una facilidad que ojalá tuviera yo para no escucharlo pensar en voz alta.

¿Se imaginará que escribo su vida a solo 10 cm de él?

Nuestro protagonista creció en una familia monoparental sobreprotectora, bajo el yugo de una madre obsesiva con el control. Marine hizo todo lo que pudo para conservar a su hijo a su lado. De los 2 a los 30 años se aseguró de enseñarle qué hacer, qué comer, qué estudiar y cómo relacionarse.


Marine tenía la absoluta certeza de que era así como se demostraba el amor más puro a su único hijo. Supo que cuidaría a detalle de cada momento de la vida de Xavi desde el momento en que se enteró que estaba embarazada. "Nunca dejaré que te hagan lo que hicieron conmigo, mi pequeño. Me tendrás a mí hasta que me quede sin ganas de vivir".


Xavi no solo fue un niño amado, fue también un niño forzado a ser dependiente. Y a buscar en todo momento la aprobación de su madre, desde pedir comida en un restaurante, elegir el color de camiseta o hasta las decisiones importantes de la vida.


Fue hasta los 29 años que Xavi entró en una de las crisis de identidad más profundas que alguien puede tener. Se dio cuenta de que nada en sus años de vida había sido creación ni decisión propia, y le pesaba su falta de independencia.


Inesperadamente decidió alejarse de las faldas de mamá. Decidió emprender vuelo hacia encontrarse. De Países bajos a Madrid, de Madrid a Barcelona, de Barcelona a este café a plenas 12:55 am en pleno barrio de Glories.


Xavi y yo no nos conocemos de nada, pero yo sé toda su historia, sus miedos y hasta parte de su infancia, No sé si todo esto es verdad, en realidad tampoco importa, importa que este desconocido a mi lado que quise llamar Xavi me ha regresado las ganas de volver a escribir. Importa que hay historias que necesito contar sin evidenciar la realidad, importa que ya no quiero dejar de escribir.


Angola G.











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