El tema de la maternidad ha traído demasiada confusión e incongruencia a mi vida, mucho dolor emocional y por ende físico también. Negarme era mi forma de protegerme, hasta que decidí que era momento de enfrentar el miedo a lo indeseable y la vida se encargó del resto. Me encontré con mi niña interior reflejada en muchas historias, tenia que volver a vivirlo para recordar donde fue que se creó la herida que ha marcado y silenciado mi concepto de maternidad.
La vida me ha mostrado en vivencias propias diferentes escenarios en situaciones inestables, criando desde el dolor y la necesidad. Llamando amor al caos de no conocerse ni cuestionarse los apegos. El instinto era el modo de criaza y la carencia se callaba con regalos. Se educaba mediante estímulos externos en lugar de atender las emociones que gritaban desde dentro. El reflejo en la mirada de los hijos era de confusión absoluta.
Después me tocó admirar a personas funcionales, conscientes de si mismas y de la gran responsabilidad emocional que implicaba educar a dos nuevos seres. Viví el equilibrio entre autonomía y regulación emocional. Seres reales, con pasados complejos que les obligaron a hacerse cargo de sus traumas, para encontrar la completud y educar desde el autoconocimiento. Nunca antes vi a dos niñas tan genuinamente felices y a dos padres disfrutando de su rol, sin descuidar de sí mismos y de su independencia, porque se saben personas, antes que padres.
Recientemente la vida me ha dado la oportunidad de admirar el embarazo de una de las mujeres que más a impactado mi vida en los últimos 3 años. Una mujer completamente conectada con su esencia, su despertar y su propósito, que ha dedicado su vida a conocerse a sí misma mediante la espiritualidad, en su reflejo, me he replanteado las ideas, las heridas y los constructos instalados en mi cabeza en más de una vez. Es la influencia espiritual más fuerte que me tenido, y está por demás decir lo especial que es para mi admirar los cambios físicos, emocionales y espirituales que acompañan el proceso. Entre rituales espirituales, meditaciones profundas, vibraciones al universo, cartas para la vida y partos con placer, esta experiencia me ha movido el alma y me ha comprobado una vez más, que la maternidad equilibrada, libre y consciente, es posible.
Desapegarme de la idea de maternidad victimizada, la que se sufre y se sacrifica, la que da vida con el dolor físico y emocional más grande, y la que al ser madre pierde su esencia para cargar de aspiraciones y expectativas a un hijo/a, porque aparentemente es lo único que tiene, y se prepara para que su único motivo de vida sea él. Todo esto me hace un ruido impresionante dentro, me siento incapaz de creer que esta es la única realidad que existe si se desea ser madre. Cuando pese a todo esto, escucho la expresión, “Ser madre es lo mejor que me ha pasado” no puedo evitar pensar: ¡pues claro, es lo único que te ha pasado en la vida! ¿En que momento haz llenado tu vida de nuevos placeres, orgullos, metas y aspiraciones? ¿Por qué le dejamos a ese hijo/a la obligación de hacer que nuestra vida tenga sentido? ¿Por qué tiene que ser ese hijo/a el que venga a llenarnos los vacíos y a emocionarnos la vida? Me da miedo pensar en todas las expectativas de las que ya esta siendo cargado ese hijo sin siquiera haber venido al mundo, “el que me salve, el que me de felicidad, el que me cambie la vida.”
En una realidad paralela que a mi me gustaría crear, desearía ser una persona conocedora de sí misma y de sus vulnerabilidades, con años de trabajo en regulación emocional, que elige de que llenar su vida, que ha visto el mundo con otros ojos, que a salido de su zona de confort y a confrontado sus miedos más grandes, que ha recorrido culturas y a conplemplado la vida libre. Que sabe estar sola y elige a quiénes quiere que la acompañen. Que disfruta su propia dicha y felicidad sin esperar que otros lleguen a completarla. Que ha hecho de su vida la mejor experiencia y que el ser madre será una elección consciente para compartir la vida y educar con autonomía, sabiendo que un hijo no es sinónimo de pertenencia ya que aprendió que el amor es desapego y que el rol como madre no sacrifica su esencia como persona.
Desearía que un hijo sumará experiencias diferentes a mi ya completa y maravillosa vida. Sin cargarle expectativas, sin desear que ese hijo/a sea lo que yo no fui, sin exigirle lo que yo no pude hacer, sin destacar sus éxitos en base a sus logros. Ser una mujer completa, una madre sana y crear a una hija libre.
No hay verdades absolutas, solo perspectivas diferentes, esta es la mía, que tiene el mismo respeto de quiénes tengan una opinión opuesta. Antes de rechazar mi perspectiva, te invito a que cuestiones la tuya, yo hice lo mismo.
Estoy en este mundo para cuestionarme para transformar lo que soy y lo que pienso, me encantaría que te dieras la oportunidad de hacer lo mismo.
Maternidad consciente
Gracias por compartir conmigo lo que me llega al alma.
Angola
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